Supongo que tú, cuando eras pequeño, no eras ese niño que
robaba la merienda a los demás. Ni aquel que tiraba “bolitas de papel”, ni ese
que decía “cuatro ojos” al compañero de al lado. En ese caso, a no ser que
hayas cambiado con el paso del tiempo, no te des por aludido.
Es una etapa en la que todos somos iguales, no miras cómo va
vestido, qué hace ni de dónde viene. Todos éramos amigos, todos éramos
uno…quizá sabíamos poco, o quizá ahora deberíamos saber más.
Jugábamos durante horas, podíamos pelear, pero un par de
minutos bastaban para olvidarlo y volver a ser capataces de un gigante barco en
el que debíamos formar un gran equipo para poder navegar.
Si uno fallaba, el barco se hundía, y estábamos perdidos. Y
siempre alguno de tus amigos se empeñaba en ser el capitán, solía ser ese líder
que decía a qué, cómo, cuándo y dónde jugar, y que si no conseguía su objetivo
convencía a sus dos “amiguitos” cercanos y se acabó el juego.
¿Por qué empeñarse en manejar un propio barco cuando ni si
quiera el controlado por todos consigue llegar a buen puerto? Esto le pregunto
al señor Mas, que no satisfecho con saltarse las leyes, pretende lanzar dos
preguntas como consulta soberanista a los ciudadanos catalanes el próximo 9 de
Noviembre.
Y ahora yo, años después, vuelvo a preguntarme“¿Y por qué…?”
No hay comentarios:
Publicar un comentario